Exclusión Social -Sus Efectos en Personas con Trastorno del Espectro Autista [TEA]
El ser humano al ser un «ser social», por naturaleza desea vivir en sociedad; esto implica, por consiguiente, también adaptarnos en cierto grado a las normas sociales dictadas por nuestro entorno. De una u otra forma, tanto el hecho de tener que adaptarnos y buscar formas de lograrlo, como el no lograrlo, serán situaciones estresantes por las cuales debemos pasar como parte de nuestro ciclo natural de vida.
Sin embargo, cuando a este estrés natural que es parte de la vida y del desarrollo normal de las personas se le suma el hecho de padecer otro tipo de condición como lo es el Trastorno del Espectro Autista (TEA), la carga emocional y física se ve gravemente agravada. La discriminación social —que va desde el rechazo silencioso hasta insultos abiertos o burlas— añade un nivel de presión que puede desbordar las escasas estrategias de afrontamiento con las que cuentan muchas personas con TEA.
1. Aislamiento y salud física
Cuando un niño o adulto con TEA percibe que “no encaja” en un grupo —en la escuela, en el trabajo o en el vecindario— se activa un estado de alerta permanente. A nivel biológico esto implica:
- Liberación crónica de cortisol. El “cortisol” elevado durante semanas o meses provoca:
- Fatiga persistente.
- Dolores de cabeza frecuentes.
- Trastornos del sueño (insomnio o somnolencia diurna).
- Sistema inmunológico debilitado, con más resfríos o problemas gastrointestinales.
- Mayor vulnerabilidad ante enfermedades respiratorias y digestivas.
“La discriminación no solo duele en el alma, sino que enferma el cuerpo.”
2. Autoestima y bienestar emocional
La repetición de mensajes implícitos como que «no encajas aquí» va minando la confianza:
- Duda constante: “¿Qué tengo de diferente que no me aceptan?”.
- Bloqueos al interactuar: temor al error, miedo al ridículo.
- Retraimiento progresivo: abandono de actividades grupales y recreativas.
Este ciclo de rechazo → inseguridad → aislamiento refuerza los sentimientos de tristeza y frustración.
3. Ansiedad anticipatoria y depresión
Situaciones tan cotidianas como esperar un turno para hablar o compartir un espacio de recreo pueden convertirse en detonantes de:
- Ataques de ansiedad: palpitaciones, sudoración, temblores.
- Miedos anticipados: evitación de situaciones sociales.
- Síntomas depresivos: tristeza profunda, pérdida de interés y motivación.
Cada experiencia negativa refuerza el temor, y quienes viven con TEA pueden desarrollar fobias sociales o un trastorno depresivo mayor si no reciben apoyo oportuno.
4. Barreras en el aprendizaje y la inclusión educativa
La discriminación en el ámbito escolar suele manifestarse en:
- Falta de adaptaciones: no se concede tiempo extra en exámenes ni espacios con menos estímulos.
- Desconocimiento docente: muchos profesores ignoran las necesidades sensoriales y comunicativas del alumno con TEA.
- Bullying y exclusión: los compañeros pueden burlarse o marginar, generando un ambiente inseguro.
Esto se traduce en bajo rendimiento académico y menos oportunidades de desarrollo personal y profesional.
5. Estigma internalizado
Con el tiempo, algunas personas con TEA “internalizan” el rechazo y llegan a creer que son “menos capaces” o “problemáticas”, repercutiendo en:
- Dejan de pedir ayuda.
- Renuncian a participar en actividades sociales.
- Pierden la motivación para aprender.
- Se perciben incapaces de mejorar sus habilidades.
6. ¿Qué podemos hacer? Estrategias de inclusión
Para contrarrestar la discriminación y sus efectos, es fundamental:
- Empatía activa:
- Invitar conscientemente a la persona con TEA a reuniones y actividades.
- Preguntar qué ajustes necesita (menos ruido, instrucciones claras, tiempos de descanso).
- Formación y sensibilización:
- Talleres en escuelas y empresas sobre TEA y neurodiversidad.
- Material visual y ejemplos prácticos para entender sus retos.
- Adaptaciones sencillas:
- Asignar un “acompañante” o tutor en clases grupales.
- Permitir el uso de herramientas de comunicación alternativa (tarjetas, pictogramas).
- Crear espacios tranquilos donde retirarse si los estímulos son excesivos.
- Apoyo familiar y comunitario:
- Grupos de apoyo para padres y hermanos.
- Actividades inclusivas en parques, clubes deportivos o centros culturales.
Conclusión
La discriminación social no solo agrede la dignidad de las personas con TEA, sino que desencadena un efecto en cadena:
- Aislamiento →
- Estrés crónico →
- Problemas emocionales y físicos →
- Estigma interiorizado.
Un entorno empático e inclusivo, con pequeños gestos y adaptaciones, puede romper ese ciclo y permitir que cada persona con TEA se sienta valorada y desarrolle todo su potencial. Al final, construir sociedades más comprensivas es responsabilidad de todos.
